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[1374] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FIDELIDAD, COMPONENTE DEL AMOR MATRIMONIAL Y FAMILIAR

Del Discurso Merci de votre accueil, en el Encuentro con los Jóvenes, en Rose Hill (Isla Mauricio), 15 octubre 1989

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II. EL DIÁLOGO CON LOS PADRES ES LA FORMA MÁS NATURAL OFRECIDA A LOS JÓVENES PARA CONQUISTAR SU LIBERTAD

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Dinos: ¿Cómo trabajar para el diálogo en nuestras familias cuando la separación entre padres e hijos se acrecienta?

4. En el fondo, vuestra pregunta es positiva. Testimonia la importancia que reconocéis a la comunicación con los adultos.

Sin nuestros padres, sin nuestros predecesores, no seríamos nada. A su amor, a su abnegación y a su trabajo debemos la vida, que es el primero de los dones. A ellos les debemos también nuestra patria. Para vosotros, es la isla Mauricio, y yo sé que amáis vuestra isla y que estáis orgullosos de pertenecer a Mauricio. Y tenéis razón.

Al llegar a la edad adulta, el joven adquiere autonomía con respecto a su familia; se producen choques y conflictos: es natural. El acceso de la autonomía pasa por crisis de crecimiento, que tienen como efecto reorganizar a las partes en relación, padres e hijos, y animarlos a reconocerse mutuamente. Cada uno tiene sus responsabilidades.

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5. Corresponde a los padres crear la atmósfera familiar que favorezca el desarrollo armonioso de la vida afectiva y de la personalidad de los hijos. Ellos les dan el amor que necesitan, consagran a ellos su tiempo para escucharles y les demuestran que comprenden su búsqueda de la felicidad. Los padres católicos no quieren imponer a sus hijos la reproducción ideal de lo que ellos vivieron, sino que quieren favorecer el encuentro de la generación emergente con Cristo.

En las actuales circunstancias tan cambiantes, el diálogo entre los padres y los hijos se vuelve cada vez más difícil. Sé que en la isla Mauricio algunos movimientos organizan encuentros especialmente estudiados para permitir a los jóvenes descubrir sus propias responsabilidades, compartir entre ellos y encontrar en verdad a sus padres, saber participar activamente en la vida de la familia y no vivir todo su tiempo fuera de ella. Os animo a encontrar el tiempo necesario para formaros en el diálogo; esto os será útil en la vida, incluso más allá del círculo familiar.

Hoy, en particular en las sociedades afectadas por la modernidad, somos más conscientes de que algunas situaciones exasperan las relaciones entre padres e hijos, especialmente las condiciones del ambiente en que se vive, del trabajo o de la desocupación, de la salud psíquica, mental y moral. Por esto es necesario trabajar para la humanización de las condiciones de vida de todas las familias. En realidad, el diálogo entre padres e hijos es un asunto que incumbe a todos los miembros de la sociedad. Este diálogo no tiene un fin en sí mismo, sino que es el medio más natural ofrecido a un adolescente para conquistar su libertad, en la línea de la huella trazada por los adultos.

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6. Lo que deseo para todos los jóvenes de Mauricio, es que aprendan a convertirse en personas libres y responsables. Es necesario que puedan conocer los verdaderos caminos de la felicidad a fin de realizar sus elecciones con completo conocimiento de causa. Para alcanzar este fin, no podéis pasar por alto el diálogo con los adultos, pues vuestros padres, vuestros abuelos han adquirido una experiencia y una sabiduría de la que sería imprudente no beneficiarse.

Concluiré con la exhortación de San Pablo: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo... Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formarlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor” (Ef 6, 1, 4).

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III. SED CLARIVIDENTES: EL AMOR ES UN DINAMISMO QUE EMPUJA A DARSE Y QUE CONLLEVA LA COMUNIÓN DE LOS SERES

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Dinos: ¿Cómo descubrir el valor del amor en un mundo en el que las costumbres degeneran?

7. Al inicio de nuestro encuentro, os decía, siguiendo a Jesús, cuán importante es tener “buen ojo”. Y es, quizás, en este tema tan candente del amor donde se impone ver claro.

Cuidado, queridos amigos, no hay que confundir amor y sexualidad. En una vida de hombre y de mujer, puede haber mucho amor más allá de las relaciones sexuales, así como puede haber relaciones sexuales sin amor.

El amor es un dinamismo interior que impulsa a donarse y arrastra hacia una comunión de los seres. Es así como el Hijo de Dios nos ha amado hasta el punto de hacerse hombre, de compartir nuestra condición, de dar su vida por nosotros y de prolongar su presencia y el don de sí mismo en la Eucaristía: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Muchos han amado a la manera de Jesús, donando su vida por sus amigos. Algunos lo han hecho eligiendo renunciar al matrimonio, como los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y las personas consagradas... En Mauricio, el Señor llama a algunos de entre vosotros a amar de este modo.

Todos, queridos amigos, aprended a tener “buen ojo”, una conciencia despierta y responsable. No os dejéis engañar por imágenes del amor que son falsas: algunos videocasetes muy difundidos presentan las relaciones entre el hombre y la mujer como caricaturas del amor. La prostitución que causa estragos también en vuestro país es típica de la ruptura desastrosa entre las relaciones sexuales y el amor.

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8. Para la mayor parte de las personas es en el matrimonio donde el amor florece verdaderamente en todo su esplendor. Para ser felices no hay nada más bello que la unión fiel para toda la vida. Dios no quiere esas falsificaciones del amor que ni siquiera deberían atreverse a presentar como normales en la existencia. Él quiere que el hombre y la mujer formen una pareja estable, ligada por el amor a imagen del amor que es la vida misma de Dios: las tres Personas que forman la “familia” trinitaria están incesantemente dirigidas la una hacia la otra en un don recíproco y en una perfecta unidad. El sacramento del matrimonio da a los cónyuges la gracia necesaria para vivir su don recíproco en una alianza que ningún tribunal humano puede disolver.

El matrimonio ofrece toda su dimensión al amor humano, abriendo la comunidad del hombre y de la mujer al don hermoso de la vida de los hijos, prolongado por los años de la educación, en la estabilidad y seguridad.

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9. Os exhorto, queridos jóvenes, a comprender la seriedad de vuestras responsabilidades en el amor. Si no las asumís en este ámbito, os arriesgáis al abandono general. ¡Preparad vuestro futuro, preparaos para alcanzar con éxito vuestro amor!

En una sociedad en la cual los lemas publicitarios repiten sin cesar las palabras “instantáneo”, “inmediatamente”, y donde se quiere tener “todo al instante”, daos cuenta de que se necesita tiempo para edificar la relación interpersonal entre marido y mujer, y que la prueba del amor es un compromiso duradero. El modelo es Dios, fiel a pesar de nuestras infidelidades, que hasta llega a decir por boca del profeta Isaías: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho? (...). Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49, 15). La fidelidad es un elemento constitutivo del amor, y, sobre todo, del amor conyugal: San Pablo lo ha comparado al amor indefectible de Cristo por su Iglesia.

Permitidme concluir este capítulo volviendo a usar los términos del cardenal Margéot, en su última carta pastoral sobre la familia: “Puesto que es en la familia donde cada uno de nosotros es forjado en su personalidad y encuentra los impulsos de su desarrollo humano (...), es hacia la familia a donde debemos volver prioritariamente si queremos que Isla Mauricio conozca un desarrollo equilibrado” (Fundar su familia sobre la roca, 16 de enero de 1989).

[DP-149 (1989), 262-263]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra